sábado, 9 de enero de 2010

LA MAQUINA DE INVENTAR HISTORIAS

Ganímedes era el inventor del barrio. Sus hijos, que eran mellizos, Arquímedes y Graham, se quejaban porque su padre todo el día estaba armando aparatos y máquinas extrañas en su taller. -¡Este invento me hará famoso! Ustedes estarán orgullosos de mí -les dijo.
Y esa misma tarde mostró a la Sociedad de Inventores su creación.
-¡Están ante un nuevo invento. ¡El chupetín!
-¿El chupetín? ¡Eso está inventado! -dijeron todos.
-Pero no es un chupetín común, ¡pruébenlo! Y sacó una canasta llena de ellos que repartió entre los asistentes.
-¡ésto es un asco! Dijeron todos al sentir un gusto extraño en la golosina.
-¡Es un chupetín de sopa! ¡Mi última creación! ¡Ideal para madres que quieren que sus chicos se alimenten bien a la vez que comen golosinas!
Todos se retiraron enojados. ¡La gente buscaba chupetines-chupetines y sopa-sopa!
Ganímedes se encerró, decepcionado, en su taller. Le había ocurrido lo mismo cuando inventó el martillo de goma, para que la gente no se golpeara los dedos. ¡Tal vez con otro invento tuviera menor suerte!
Al otro día presentó a la Sociedad de Inventores su nueva creación: los anteojos para lluvia.
Explicó cómo funcionaba el aparato: eran anteojos con paraguas, limpia-parabrisas y un sistema de tuberías para que no se empañen. El presidente de la Sociedad de Inventores quiso probar el espectacular invento. Los anteojos se movían enloquecidos, con pesados cables y tubos que dejaron al pobre hombre la nariz toda colorada y lastimada!
La Sociedad de Inventores echó a Ganímedes y le prohibieron inventar cosas. Cuando el inventor llegó a su casa, lo esperaban en la vereda sus hijos.
-Soy un fracasado, hijos... nunca inventaré una máquina que me haga famoso para que ustedes estén orgullosos de mí.
Contó lo de los chupetines, el martillo de goma y los anteojos con paraguas. Graham y Arquímedes empezaron a reír tanto que los niños de la cuadra se acercaron. Como todos se divertían con esas ocurrencias, el inventor siguió contando sus cuentos hasta el anochecer.
Desde entonces Ganímedes se dedicó a inventar cuentos y se hizo famoso entre los niños. Ya no tenía que inventar aparatos para deslumbrar a sus hijos. Había descubierto una máquina maravillosa que ellos siempre habían deseado. La máquina de inventar historias.
Carlos Pinto.

1 comentario:

Anónimo dijo...

el autor de este cuento es argentino?